Yonatan Matheus, activista LGBTI, lucha desde adentro por un
cambio social
Descubrió su homosexualidad en las
paredes de un claustro. Ahora, es profesor de Derechos Humanos en la Universidad
Nacional Experimental de la Seguridad (UNES) y director de la asociación civil
Venezuela Diversa

Yonatan Matheus nació hace 34 años en La Guaira, vivió en Caracas hasta los 5 años, regresó con su familia al litoral y más adelante de nuevo al valle de Caracas. En el liceo empezó a sentir interés por lo religioso. Tanto que, cuando se graduó de bachiller, entró a un convento para ordenarse como sacerdote. Estuvo formándose para Dios durante 5 años, pero ahí mismo descubrió que se sentía atraído por otros hombres. “Me gustaba un chico de otra congregación, así que preferí no continuar. Seguir allí era vivir en una doble moral”.
Para salir del closet Matheus no preparó
ningún discurso, no lloró frente a su madre, ni mucho menos. La televisión lo
facilitó todo. Un día él se encontraba en la Asamblea Nacional exigiendo, para
variar, derechos igualitarios para la población sexodiversa del país. Al mismo
tiempo, su madre veía la transmisión del acto en el televisor de su casa y lo
llamaba para confirmar que era su hijo el que veía allí en la pantalla.
Él no lleva un cartel que lo identifica como gay. “Yo nunca he visto que un heterosexual tenga que llegar a un lugar y advertir que le gustan las personas del sexo opuesto. Por eso siempre digo que lo importante es llevar tu preferencia sexual con la mayor naturalidad posible. Estás con quien quieres, donde quieres y ya”.
Así lo hace. En los pasillos del Colegio Universitario de Caracas (CUC), donde estudia tercer semestre de Trabajo Social, Matheus camina junto a su pareja, Wendell Oviedo, uno al lado del otro. Una sutil caricia en la espalda devela el sentimiento que los une. Son inseparables. Juntos ocupan la dirección y subdirección de la Asociación CivilVenezuela Diversa.
La idea de una ONG
En 2008, después de batallar un año con
la negativa conservadora del registro, Matheus pudo constituir legalmente esta
asociación que tiene como objetivo la promoción y defensa de los derechos de la
comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales (LGBTI) del
país, con el apoyo de 5 compañeros de causa.
Tuvo la idea de crear este grupo después de un trago amargo. Un día llegó a su casa en Bellas Artes, en la que vivía junto a su pareja de aquel momento, pero no encontró más que unas cuantas de sus pertenencias en la calle y la puerta cerrada. Legalmente no tuvo nada que hacer. Buscó ayuda en organizaciones dedicadas al trabajo con grupos sexodiversos, pero nada. Ese día supo lo que quería hacer.
Desde ese momento hasta hoy “ha logrado abrirse camino entre la población LGBTI y eso es muy importante, sobre todo en este mundo en el que hay tantas trabas. La gente lo reconoce, lo sigue. Tiene convocatoria. Sin duda es un líder”, cuenta otro integrante de Venezuela Diversa, Cesar Sequera.
Como
cabeza de la asociación, Matheus brinda apoyo a las personas transexuales que
trabajan en la avenida Libertador de Caracas. Jornada que lo ha hecho pasar más
de un susto. Denunciar crímenes de odio no es fácil. “A mí me asusta que vaya
de noche para allá porque los policías siempre están rondando, pero eso es lo
que lo apasiona: ayudar a los demás”, sostiene “El Gocho”, como llama Yonatan a
su pareja porque nació en Trujillo.
El mayor peligro lo pasó cuando unos funcionarios de la Policía Metropolitana intentaron atentar contra su vida mientras cumplía su habitual recorrido por la Libertador. El miedo que sintió aquella noche es tan fuerte como la motivación que tiene ahora de luchar para evitar que se repita lo que él vivió.
A su alrededor el orgullo se siente el orgullo. “Yoty”, como lo llama por cariño su tía Leidy Matheus, “sirve de ejemplo para que la sociedad entienda que todos somos iguales, que todos somos capaces de hacer las mismas cosas”.
“Soy
su profesor y soy gay”
El 22 de mayo de 2011 la experiencia de Yonatan Matheus lo llevó a las aulas de clase de la universidad de la que egresan los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana. Aceptó el reto de educar a estos hombres y mujeres en tres materias: Derechos Humanos, Atención a la víctima y Resolución de conflictos.
“Transformarlos es complicado; sin embargo, los interpelo desde la propia moral que tienen constituida. Hago que se cuestionen y vean la cara de la moneda que nunca ven”.
Se sumerge en la UNES de 7 am a 6 pm. No presta atención al teléfono, porque cree que debe dar el ejemplo a sus alumnos para poder decirles que no usen sus celulares. Es un apasionado del trabajo porque “realmente le gusta compartir lo que sabe. No le hace falta ningún título”, dice Oviedo.
Desde que empezó a impartir clases allí, una frase ha caracterizado sus presentaciones a los alumnos:
—¡Hola, soy Yonatan Matheus. Soy su
profesor y soy gay!
Todavía se desatan murmullos luego de aquellas palabras, pero ya desde ese momento empieza a dejar su huella: pone a pensar a sus discentes.
En la UNES tampoco ha sido todo color de
rosa, hay sus detractores. Sin embargo, casi tres años después desde su primer
día, no piensa en irse.
Conocer el mundo
En la cafetería del CUC, Matheus va en
busca de su cena. Se acerca a una mesa llena de panes, cambur y jugo,
intercambia unas cuantas palabras con el joven encargado de repartir, y de
repente el estudiante de trabajo social entabla una fluida conversación en
portugués.
Sabe usar el idioma, aunque reconoce que le falta práctica. Aprendió cuando estaba pequeño, mientras trabajaba en un supermercado para ayudar económicamente a su familia. La dueña de aquel comercio lo consideraba un hijo y le enseñó todo lo que sabe. Ama Brasil, tanto que asegura que si llegara a irse de aquí, sería precisamente para allá a donde se iría.
Pero no solo conoce Brasil, gracias a su trabajo como representante de la comunidad LGBTI de Venezuela, “Yoty” ha viajado a Grecia, Holanda, Bélgica, Ecuador, Colombia, Perú, Panamá y Guatemala. “¿Cómo lo he logrado? Fácil, porque yo no gasto en vicios. Mi papá y mis tíos bebían mucho y les daban mala vida a las mujeres de mi familia, así que no bebo sino en encuentros sociales, ni fumo. Mi único vicio es el sexo y eso no cuesta mucho”.
Además de viajar, le gusta caminar al aire libre. Nunca llega a casa sin haber conocido a alguien ese día. No le cuesta entablar conversaciones con desconocidos, aunque luego su despiste deje esos rostros en el olvido.
Tiene todavía muchas metas que cumplir.
Tener un centro de acogida para transexuales con tratamiento para el VIH, por
ejemplo. Terminar su carrera. Y, sobre todo, ser reconocido como un ser humanoigual que el resto, sin distinciones, ni diferencias.


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