En seis estaciones de metro habló
de pistolas, aborto y tecnología con un desconocido que casi le doblaba la
edad.
Estación Carapita: “Nosotros
somos de esta religión –dice mientras se señala unas pulseras verdes con amarillo
y otra en color rojo- y yo siempre he estado con mis padrinos que tienen
pistola sin que nos pase nada. Aunque yo tenía un padrino que a ese sí lo mataron
por Los Cerritos, por La Victoria, ¿sabes? Ahorita estoy en Guarenas y la cosa está
muy fea.
—En Guatire también, dijo el
desconocido lleno de tatuajes y con un piercing en forma de herradura en la
punta de la nariz. Yo vivía ahí, pero ahora me vine a Los Teques y no lo cambio
por nada.
—En todo el país está feo,
reitera la joven de unos 17 años.
Estación La Yaguara: Todo el que quisiera
podía escuchar la conversa a veces incoherente, ninguno tenía intención de
disimular el tema o hablar en clave.
—Mi hermana de 15 años es loca. Esa se fue de
la casa y ya ha tenido dos abortos… Claro es que yo te voy a decir algo,
ahorita con una malta caliente en los primeros días, botas el muchachito y
listo. ¿Tú sabes por qué hace eso la malta? Yo no entiendo.
—La que sale embarazada ahorita
es porque es ignorante porque hay tantas cosas, dice el treintañero.
—Es que no hay para criar ni para
cuidarse, por eso es mejor no hacer nada. El que lo prueba se vuelve adicto,
por eso mi mamá me prohibió usar celular.
Estación La Paz: —Pero si ahorita
los niñitos nacen con un celular bajo el brazo. Hay que cuidar otras cosas, no
solo el celular, habló mientras lo empujaban los usuarios.
—Ojalá vinieran con un título, ¿no?,
preguntó la chica, de cabello corto recogido y su cartera en el brazo.
—Sí. No –se interrumpió él mismo-
mejor que no traigan celular porque si vinieran con eso hubiera más embarazos
precoces.
En el bululú, los ya no tan
desconocidos tuvieron que distanciarse. Se juntaron de nuevo en Maternidad y ella
iba Nuevo Circo. No parecía muy experimentada en el transporte subterráneo,
pues cada tanto le preguntaba a su interlocutor cuántas estaciones la separaban
de su destino.
El tipo debía seguir, por lo que
podía escucharse, pero en Nuevo Circo los dos bajaron para intercambiar
números. Luego, ella subió a la superficie y él se quedó abajo, a la espera del
siguiente vagón.
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