miércoles, 23 de septiembre de 2015

Conversa en el Metro de Caracas


En seis estaciones de metro habló de pistolas, aborto y tecnología con un desconocido que casi le doblaba la edad.

Estación Carapita: “Nosotros somos de esta religión –dice mientras se señala unas pulseras verdes con amarillo y otra en color rojo- y yo siempre he estado con mis padrinos que tienen pistola sin que nos pase nada. Aunque yo tenía un padrino que a ese sí lo mataron por Los Cerritos, por La Victoria, ¿sabes? Ahorita estoy en Guarenas y la cosa está muy fea.

—En Guatire también, dijo el desconocido lleno de tatuajes y con un piercing en forma de herradura en la punta de la nariz. Yo vivía ahí, pero ahora me vine a Los Teques y no lo cambio por nada.

—En todo el país está feo, reitera la joven de unos 17 años.

Estación La Yaguara: Todo el que quisiera podía escuchar la conversa a veces incoherente, ninguno tenía intención de disimular el tema o hablar en clave.

 —Mi hermana de 15 años es loca. Esa se fue de la casa y ya ha tenido dos abortos… Claro es que yo te voy a decir algo, ahorita con una malta caliente en los primeros días, botas el muchachito y listo. ¿Tú sabes por qué hace eso la malta? Yo no entiendo.

—La que sale embarazada ahorita es porque es ignorante porque hay tantas cosas, dice el treintañero.

—Es que no hay para criar ni para cuidarse, por eso es mejor no hacer nada. El que lo prueba se vuelve adicto, por eso mi mamá me prohibió usar celular.

Estación La Paz: —Pero si ahorita los niñitos nacen con un celular bajo el brazo. Hay que cuidar otras cosas, no solo el celular, habló mientras lo empujaban los usuarios.

—Ojalá vinieran con un título, ¿no?, preguntó la chica, de cabello corto recogido y su cartera en el brazo.

—Sí. No –se interrumpió él mismo- mejor que no traigan celular porque si vinieran con eso hubiera más embarazos precoces.

En el bululú, los ya no tan desconocidos tuvieron que distanciarse. Se juntaron de nuevo en Maternidad y ella iba Nuevo Circo. No parecía muy experimentada en el transporte subterráneo, pues cada tanto le preguntaba a su interlocutor cuántas estaciones la separaban de su destino.

El tipo debía seguir, por lo que podía escucharse, pero en Nuevo Circo los dos bajaron para intercambiar números. Luego, ella subió a la superficie y él se quedó abajo, a la espera del siguiente vagón.

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