Viniendo de un país donde el único requisito para ser diplomático es saber mentir, participar del Modelo de Naciones Unidas de Uruguay (UMUN), el primero de este país, me generaba felicidad y amargura por igual.

Como si hubiese alguna clausula particular en la convocatoria, sentí la necesidad de preguntar si permitían la participación de extranjeros en el evento. Afortunadamente la respuesta fue afirmativa, y cómo no si la iniciativa estuvo precisamente en manos extranjeras, en manos venezolanas para ser más específica.
Primer reto: escoger el país a representar. Venezuela fue mi primera opción, obviamente, pero eso de tener que acoplarme a la política exterior del país elegido (para respetar la simulación) me daba un poco de grima. En la lista de Naciones disponibles afortunadamente ni siquiera estaba, ya lo habían elegido. Tomé Filipinas, básicamente porque coincidía con el escenario central de un libro sobre tráfico humano que estaba leyendo.
Segundo reto: aprender del modelo. Más allá de las sesiones que seguí por televisión y los muchos deseos que tuve de participar en modelos en Venezuela, no sabía nada. Además, estaría con 50 uruguayos pertenecientes, como yo, al Ato Comisionado de DDHH, el más concurrido de los organismos que darían vida al UMUN.
“Deben defender la postura de su país, resaltar sus aspectos positivos y si se trata de defenderse, es necesario que conozcan los puntos débiles de las otras naciones”, nos dijeron. Mi cabeza solo decía: Delcy Rodríguez es muy buena haciendo eso entonces, al tiempo que me embargó la decepción. Las expectativas hicieron de las suyas pues yo esperaba que nos dijeran cómo salvar el mundo con la cooperación, y que al mismo tiempo señalaran a los representantes venezolanos por hacer mal su trabajo al ocultar la realidad del pueblo al que representan.
Mientras duró la preparación, pensaba en apegarme a las normas para luego terminar mi participación con algún discurso que hiciera público mi rechazo hacia esa imitación del mal proceder de la diplomacia. Por suerte, no hizo falta. Me llevé una grata sorpresa.
Compatriotas
Cuando Chirinos se presentó ante quienes conformábamos el Alto Comisionado de Derechos Humanos como Secretario General de UMUN, todos supieron que no era uruguayo, y yo supe que era venezolano. No sé si se dio cuenta pero en algún momento, después de dejar al descubierto mi acento caribeño, le sonreí como diciéndole "sí, somos compatriotas".

Tercer reto: sesionar. No tuve que escuchar a diplomáticos mentirosos escondiendo verdades, escuché a seres humanos hablando de otros seres humanos. Escuché ideas producto de la investigación y la preparación, escuché humildad. Al final, todos queríamos lo mismo: intercambiar realidades y plantear soluciones. Fue un reto hablar de realidades que a veces parecen tan lejanas, tan increíbles, como la explotación infantil pero lo hicimos.
La gran mayoría de mis compañeros son estudiantes de Relaciones Internacionales y me alegra enormemente. Es esperanzador ver a jóvenes que por voluntad propia se comprometieron a investirse como delegados para debatir temas complejos que, aunque duela, son el día a día de millones de niños y niñas en el mundo.
No hizo falta la proclama al final de rechazo porque todos estábamos ahí con la más genuina idea de aprender de diplomacia haciendo la diplomacia que queremos.
Fotos: Fotos oficiales del UMUN por Formate
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