jueves, 15 de diciembre de 2016

Primer Modelo de Naciones Unidas para Uruguay y para mí

Viniendo de un país donde el único requisito para ser diplomático es saber mentir, participar del Modelo de Naciones Unidas de Uruguay (UMUN), el primero de este país, me generaba felicidad y amargura por igual.

Como si hubiese alguna clausula particular en la convocatoria, sentí la necesidad de preguntar si permitían la participación de extranjeros en el evento. Afortunadamente la respuesta fue afirmativa, y cómo no si la iniciativa estuvo precisamente en manos extranjeras, en manos venezolanas para ser más específica.
Primer reto: escoger el país a representar. Venezuela fue mi primera opción, obviamente, pero eso de tener que acoplarme a la política exterior del país elegido (para respetar la simulación) me daba un poco de grima. En la lista de Naciones disponibles afortunadamente ni siquiera estaba, ya lo habían elegido. Tomé Filipinas, básicamente porque coincidía con el escenario central de un libro sobre tráfico humano que estaba leyendo.
Segundo reto: aprender del modelo. Más allá de las sesiones que seguí por televisión y los muchos deseos que tuve de participar en modelos en Venezuela, no sabía nada. Además, estaría con 50 uruguayos pertenecientes, como yo, al Ato Comisionado de DDHH, el más concurrido de los organismos que darían vida al UMUN.
“Deben defender la postura de su país, resaltar sus aspectos positivos y si se trata de defenderse, es necesario que conozcan los puntos débiles de las otras naciones”, nos dijeron. Mi cabeza solo decía: Delcy Rodríguez es muy buena haciendo eso entonces, al tiempo que me embargó la decepción. Las expectativas hicieron de las suyas pues yo esperaba que nos dijeran cómo salvar el mundo con la cooperación, y que al mismo tiempo señalaran a los representantes venezolanos por hacer mal su trabajo al ocultar la realidad del pueblo al que representan.
Mientras duró la preparación, pensaba en apegarme a las normas para luego terminar mi participación con algún discurso que hiciera público mi rechazo hacia esa imitación del mal proceder de la diplomacia. Por suerte, no hizo falta. Me llevé una grata sorpresa.

Compatriotas

Cuando Chirinos se presentó ante quienes conformábamos el Alto Comisionado de Derechos Humanos como Secretario General de UMUN, todos supieron que no era uruguayo, y yo supe que era venezolano. No sé si se dio cuenta pero en algún momento, después de dejar al descubierto mi acento caribeño, le sonreí como diciéndole "sí, somos compatriotas".
Hoy sé que Gregory Chirinos vino a este país a principios de 2015, tras verse perseguido por razones políticas en su ciudad natal, Mérida. De allí conocía a Jesús Guillen, quien fue su dupla en el camino para hacer realidad el primer Modelo de Naciones Unidas de Uruguay. Dejaron su carrera en Ciencias Políticas, su familia y sus amigos en busca de paz.

Tercer reto: sesionar. No tuve que escuchar a diplomáticos mentirosos escondiendo verdades, escuché a seres humanos hablando de otros seres humanos. Escuché ideas producto de la investigación y la preparación, escuché humildad. Al final, todos queríamos lo mismo: intercambiar realidades y plantear soluciones. Fue un reto hablar de realidades que a veces parecen tan lejanas, tan increíbles, como la explotación infantil pero lo hicimos.
La gran mayoría de mis compañeros son estudiantes de Relaciones Internacionales y me alegra enormemente. Es esperanzador ver a jóvenes que por voluntad propia se comprometieron a investirse como delegados para debatir temas complejos que, aunque duela, son el día a día de millones de niños y niñas en el mundo.
No hizo falta la proclama al final de rechazo porque todos estábamos ahí con la más genuina idea de aprender de diplomacia haciendo la diplomacia que queremos.

Fotos: Fotos oficiales del UMUN por Formate


Incoherencia socialista


Estoy pensando en las incoherencias del socialismo. Hace unas semanas, compañeros uruguayos quedaron impresionados por el deplorable estado de la cancha en la que jugaba Venezuela contra Bolivia en un partido de eliminatorias mundialistas.

Casualmente, antes de ver el resumen del partido Vinotinto por la tv, estábamos en el majestuoso estadio Centenario, y ellos mismos me contaron que el tablero digital de 9 metros de ancho por 6 de alto que tienen en ese campo fue una donación de Chávez en 2008.
Claro que vale guardar las distancias, pero se comprueba que es tradición revolucionaria eso que decimos de "luz para la calle y oscuridad para la casa".
Denuncia sobre estado del Monumental de Maturín https://goo.gl/hTqNte
Nota sobre la llegada de la pantalla a Uruguay en 2008 >> https://goo.gl/Tfhpmc

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Conversa en el Metro de Caracas


En seis estaciones de metro habló de pistolas, aborto y tecnología con un desconocido que casi le doblaba la edad.

Estación Carapita: “Nosotros somos de esta religión –dice mientras se señala unas pulseras verdes con amarillo y otra en color rojo- y yo siempre he estado con mis padrinos que tienen pistola sin que nos pase nada. Aunque yo tenía un padrino que a ese sí lo mataron por Los Cerritos, por La Victoria, ¿sabes? Ahorita estoy en Guarenas y la cosa está muy fea.

—En Guatire también, dijo el desconocido lleno de tatuajes y con un piercing en forma de herradura en la punta de la nariz. Yo vivía ahí, pero ahora me vine a Los Teques y no lo cambio por nada.

—En todo el país está feo, reitera la joven de unos 17 años.

Estación La Yaguara: Todo el que quisiera podía escuchar la conversa a veces incoherente, ninguno tenía intención de disimular el tema o hablar en clave.

 —Mi hermana de 15 años es loca. Esa se fue de la casa y ya ha tenido dos abortos… Claro es que yo te voy a decir algo, ahorita con una malta caliente en los primeros días, botas el muchachito y listo. ¿Tú sabes por qué hace eso la malta? Yo no entiendo.

—La que sale embarazada ahorita es porque es ignorante porque hay tantas cosas, dice el treintañero.

—Es que no hay para criar ni para cuidarse, por eso es mejor no hacer nada. El que lo prueba se vuelve adicto, por eso mi mamá me prohibió usar celular.

Estación La Paz: —Pero si ahorita los niñitos nacen con un celular bajo el brazo. Hay que cuidar otras cosas, no solo el celular, habló mientras lo empujaban los usuarios.

—Ojalá vinieran con un título, ¿no?, preguntó la chica, de cabello corto recogido y su cartera en el brazo.

—Sí. No –se interrumpió él mismo- mejor que no traigan celular porque si vinieran con eso hubiera más embarazos precoces.

En el bululú, los ya no tan desconocidos tuvieron que distanciarse. Se juntaron de nuevo en Maternidad y ella iba Nuevo Circo. No parecía muy experimentada en el transporte subterráneo, pues cada tanto le preguntaba a su interlocutor cuántas estaciones la separaban de su destino.

El tipo debía seguir, por lo que podía escucharse, pero en Nuevo Circo los dos bajaron para intercambiar números. Luego, ella subió a la superficie y él se quedó abajo, a la espera del siguiente vagón.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Un gay en la Policía Nacional

Yonatan Matheus, activista LGBTI, lucha desde adentro por un cambio social

Descubrió su homosexualidad en las paredes de un claustro. Ahora, es profesor de Derechos Humanos en la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES) y director de la asociación civil Venezuela Diversa

No se viste como mujer. Tampoco quiere ser una. Simplemente la masculinidad se ausenta de sus gestos y de su forma de hablar. Lleva jeans y un bolso de lado. Nada del otro mundo porque asegura que no es de “esos que se pasan la vida preocupados por la moda. Ni siquiera me gusta el Miss Venezuela”.  Lo que sí llama la atención es la franela morada que lleva puesta. El dibujo de una mujer embarazada con un niño en su vientre, pintado con los colores del arcoíris, se acompaña de un texto: “Las personas no nacen homofóbicas, pero sí pueden nacer gays”.

Yonatan Matheus nació hace 34 años en La Guaira, vivió en Caracas hasta los 5 años, regresó con su familia al litoral y más adelante de nuevo al valle de Caracas. En el liceo empezó a sentir interés por lo religioso. Tanto que, cuando se graduó de bachiller, entró a un convento para ordenarse como sacerdote. Estuvo formándose para Dios durante 5 años, pero ahí mismo descubrió que se sentía atraído por otros hombres. “Me gustaba un chico de otra congregación, así que preferí no continuar. Seguir allí era vivir en una doble moral”.

Para salir del closet Matheus no preparó ningún discurso, no lloró frente a su madre, ni mucho menos. La televisión lo facilitó todo. Un día él se encontraba en la Asamblea Nacional exigiendo, para variar, derechos igualitarios para la población sexodiversa del país. Al mismo tiempo, su madre veía la transmisión del acto en el televisor de su casa y lo llamaba para confirmar que era su hijo el que veía allí en la pantalla.

Él no lleva un cartel que lo identifica como gay. “Yo nunca he visto que un heterosexual tenga que llegar a un lugar y advertir que le gustan las personas del sexo opuesto.  Por eso siempre digo que lo importante es llevar tu preferencia sexual con la mayor naturalidad posible. Estás con quien quieres, donde quieres y ya”.

Así lo hace. En los pasillos del Colegio Universitario de Caracas (CUC), donde estudia tercer semestre de Trabajo Social, Matheus camina junto a su pareja, Wendell Oviedo, uno al lado del otro. Una sutil caricia en la espalda devela el sentimiento que los une. Son inseparables. Juntos ocupan la dirección y subdirección de la Asociación CivilVenezuela Diversa.

La idea de una ONG
En 2008, después de batallar un año con la negativa conservadora del registro, Matheus pudo constituir legalmente esta asociación que tiene como objetivo la promoción y defensa de los derechos de la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales (LGBTI) del país, con el apoyo de 5 compañeros de causa.

Tuvo la idea de crear este grupo después de un trago amargo. Un día llegó a su casa en Bellas Artes, en la que vivía junto a su pareja de aquel momento, pero no encontró más que unas cuantas de sus pertenencias en la calle y la puerta cerrada. Legalmente no tuvo nada que hacer. Buscó ayuda en organizaciones dedicadas al trabajo con grupos sexodiversos, pero nada. Ese día supo lo que quería hacer.

Desde ese momento hasta hoy “ha logrado abrirse camino entre la población LGBTI y eso es muy importante, sobre todo en este mundo en el que hay tantas trabas. La gente lo reconoce, lo sigue. Tiene convocatoria. Sin duda es un líder”, cuenta otro integrante de Venezuela Diversa, Cesar Sequera.
 Como cabeza de la asociación, Matheus brinda apoyo a las personas transexuales que trabajan en la avenida Libertador de Caracas. Jornada que lo ha hecho pasar más de un susto. Denunciar crímenes de odio no es fácil. “A mí me asusta que vaya de noche para allá porque los policías siempre están rondando, pero eso es lo que lo apasiona: ayudar a los demás”, sostiene “El Gocho”, como llama Yonatan a su pareja porque nació en Trujillo.

El mayor peligro lo pasó cuando unos funcionarios de la Policía Metropolitana intentaron atentar contra su vida mientras cumplía su habitual recorrido por la Libertador. El miedo que sintió aquella noche es tan fuerte como la motivación que tiene ahora de luchar para evitar que se repita lo que él vivió.

A su alrededor el orgullo se siente el orgullo. “Yoty”, como lo llama por cariño su tía Leidy Matheus, “sirve de ejemplo para que la sociedad entienda que todos somos iguales, que todos somos capaces de hacer las mismas cosas”.
“Soy su profesor y soy gay”

El 22 de mayo de 2011 la experiencia de Yonatan Matheus lo llevó a las aulas de clase de la universidad de la que egresan los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana. Aceptó el reto de educar a estos hombres y mujeres en tres materias: Derechos Humanos, Atención a la víctima y Resolución de conflictos.

“Transformarlos es complicado; sin embargo, los interpelo desde la propia moral que tienen constituida. Hago que se cuestionen y vean la cara de la moneda que nunca ven”.

Se sumerge en la UNES de 7 am a 6 pm. No presta atención al teléfono, porque cree que debe dar el ejemplo a sus alumnos para poder decirles que no usen sus celulares. Es un apasionado del trabajo porque “realmente le gusta compartir lo que sabe. No le hace falta ningún título”, dice Oviedo.

Desde que empezó a impartir clases allí, una frase ha caracterizado sus presentaciones a los alumnos:
—¡Hola, soy Yonatan Matheus. Soy su profesor y soy gay!

Todavía se desatan murmullos luego de aquellas palabras, pero ya desde ese momento empieza a dejar su huella: pone a pensar a sus discentes.
En la UNES tampoco ha sido todo color de rosa, hay sus detractores. Sin embargo, casi tres años después desde su primer día, no piensa en irse.

Conocer el mundo
En la cafetería del CUC, Matheus va en busca de su cena. Se acerca a una mesa llena de panes, cambur y jugo, intercambia unas cuantas palabras con el joven encargado de repartir, y de repente el estudiante de trabajo social entabla una fluida conversación en portugués.

Sabe usar el idioma, aunque reconoce que le falta práctica. Aprendió cuando estaba pequeño, mientras trabajaba en un supermercado para ayudar económicamente a su familia. La dueña de aquel comercio lo consideraba un hijo y le enseñó todo lo que sabe. Ama Brasil, tanto que asegura que si llegara a irse de aquí, sería precisamente para allá a donde se iría.

Pero no solo conoce Brasil, gracias a su trabajo como representante de la comunidad LGBTI de Venezuela, “Yoty” ha viajado a Grecia, Holanda, Bélgica, Ecuador, Colombia, Perú, Panamá y Guatemala. “¿Cómo lo he logrado? Fácil, porque yo no gasto en vicios. Mi papá y mis tíos bebían mucho y les daban mala vida a las mujeres de mi familia, así que no bebo sino en encuentros sociales, ni fumo. Mi único vicio es el sexo y eso no cuesta mucho”.

Además de viajar, le gusta caminar al aire libre. Nunca llega a casa sin haber conocido a alguien ese día. No le cuesta entablar conversaciones con desconocidos, aunque luego su despiste deje esos rostros en el olvido.

Tiene todavía muchas metas que cumplir. Tener un centro de acogida para transexuales con tratamiento para el VIH, por ejemplo. Terminar su carrera. Y, sobre todo, ser reconocido como un ser humanoigual que el resto, sin distinciones, ni diferencias.



Enlaces de interés

miércoles, 15 de enero de 2014

“Este es el momento de los grandes periodistas venezolanos”

Luz Mely Reyes, una periodista venezolana con la verdad como bandera


“Este es el momento de los grandes periodistas venezolanos”





 

Para Luz Mely Reyes el periodismo es una pasión que no admite errores ortográficos. Es un trabajo que se conecta con la necesidad de venir a este mundo a hacer algo por lo demás. Por eso, tiene más de 20 años ejerciendo su profesión en distintos medios del país. Fue jefa de información de la unidad de investigación de Últimas Noticias y funge como directora del diario 2001 desde 2012

 

Allí estaba, sentada con las piernas cruzadas y reclinada hacia atrás junto a una mesa redonda que ocupaba parte de su oficina en Bloque Dearmas. Tenía una mano en la cara, al tiempo que interpelaba a la entrevistadora a su llegada:
—¿Qué sabes tú de mí? ¿Cómo vas a conocer mi personalidad? Tú no me conoces…

Su mirada y su postura eran retadoras. Ella ya tenía en mente lo que quería escuchar, lo calculó todo como un reto para la entrevistadora, y así parece hacerlo siempre. La respuesta pareció convencerla. Reyes no tiene pelos en la lengua. Es siempre un tanto más franca de lo que las personas suelen desear, quizás por eso afirma que esa es su mayor virtud y a la vez su peor defecto.  
¿Por qué eligió el periodismo como profesión?
—Si no hubiera sido periodista, hubiera sido periodista.  Creo que es una cuestión de personalidad y de conciencia. Aunque, antes no quería ser periodista. Yo vengo de una familia muy muy pobre. Entonces, a los diez años yo no quería ser periodista, yo solo quería dejar de ser pobre. “Yo no soy bonita, yo soy inteligente, sí, porque yo aprendí a leer a los 4 años, no tengo plata, no tengo familia con dinero, así que a mí lo único que me quedaba era hacer lo que mi mamá me decía: estudiar”, pensaba.
Un profesor en algún momento me dijo que estudiara Comunicación Social, porque me veía cualidades para eso. Cuando salí de bachillerato estaba entre los diez índices más altos del país y yo escogí periodismo. Todavía en los dos primeros semestres yo no estaba segura de querer ser periodista. Pero después me enamoré y me apasioné. Me ayudó esa sensibilidad que desarrollé viendo las distintas realidades del país a medida que iba creciendo y recorría Caracas. Yo siempre digo que eso no fue amor a primera vista, sino que fue poquito a poco.
¿Qué hace falta para ser periodista y qué tiene Luz Mely Reyes de eso?
—Yo tengo muchas cosas. Tengo una formación en valores muy fuerte, como el de decir la verdad y trabajar duro, eso me lo enseñó mi mamá. También me enseñó a no rendirme. Eso es parte d mi personalidad. Incluso me pasa que soy tan clara diciendo las cosas que paso por poco diplomática. Bueno, pasaba.
¿Cómo se relaciona el tema político con esa sensibilidad social que afirma tener?
—La gente cree que la política no tiene nada que ver con la parte social y resulta que es a través del ejercicio de la política y de tus derechos que puedes lograr transformaciones sociales. Cuando yo empecé en el área de la política, la detestaba, porque no me gustaban los políticos que iba conociendo. Pero empecé a formarme en el tema y ahí encontré esa relación entre el periodismo político y la sensibilidad que he tenido.
¿Cómo vive el periodista en la situación actual de Venezuela?
—Ser periodista nunca ha sido fácil. Pero creo que este es uno de los peores momentos que ha vivido el periodismo venezolano, porque se ha generado toda una estructura de un sector para controlar el flujo de información e incluso para presionar a dueños de medios o para comprar medios, que es la nueva estrategia de control, porque te permite influir en la línea editorial. Considero que no es el momento de los medios tradicionales, pero sí de los periodistas. Es decir, si tú has sido periodista siempre y has tomado tu profesión con seriedad, debes haber salvaguardado algo que es muy importante para la profesión, que es la credibilidad. Si tienes eso, la oportunidad es ahorita de decir la verdad.
¿Luz Mely Reyes nunca se ha autocensurado?
—No me he autocensurado. En algunos momentos veo si vale la pena decir algo en un momento determinado. De hecho, yo siempre he sido responsable de la línea editorial y le digo a los periodistas: “usted escriba lo que vio, déjele la censura a otros”.

No hay diferencias
Sobre una ordenada biblioteca de la dirección, hay un retrato de Armando de Armas. La entrevistadora dirige su mirada al cuadro y Reyes inicia un relato.
 —Cuando llegué a esta oficina me preguntaron si quería que quitaran ese cuadro, pero dije que no. Ese señor hizo algo importante que es crear una industria de medios, y eso tiene su valor. Significa que en aquella época ellos [los fundadores de los medios tradicionales] tomaron el riesgo y tuvieron iniciativa. Con eso yo me identifico mucho.
¿Quiere ser dueña de un medio?
—Sí, yo quiero ser dueña de un medio. ¡Yo voy a ser dueña de un medio! De eso se trata. Es el momento de los grandes periodistas venezolanos. Yo siempre les digo a mis amigos que no hay diferencias entre esos hombres y nosotros.
¿Un medio especializado?
—Por supuesto. Un medio especializado que quizás tenderá a generalizarse, pero, en principio, hay que tener visión de nichos.
¿Digital?
—No te voy a dar más detalles [sonríe].

“Con la vagina bien puesta”
Con la vagina bien puesta es un libro publicado por la periodista en 2006, donde se habla de la relación de la mujer consigo misma, con el hombre y con la sociedad, en un entorno en el que la apariencia física tiene mucha importancia.
¿Ese libro es una forma de desahogo frente a su desacuerdo con esta sociedad que se preocupa tanto por la apariencia física?
—Mi interés por escribir el libro nació cuando empecé a ver que estaban haciendo ofertas para cirugías de vagina, reconstrucción vaginal. Yo decía: “beerroo… [arruga la cara en forma de extrañeza], eso yo no lo entiendo”. A menos que fuera una actriz o una mujer que durante el parto haya tenido algún tipo de mutilación, pero por una simple razón estética no podía imaginarlo. Allí cuestiono bastante el modelo Osmel Sousa. Creo que es una construcción machista para hacer que las mujeres se preocupen por eso. Pero algún tipo de recompensa debe tener. Al final yo no soy quién para estar juzgando a nadie, que cada quien haga con su cuerpo lo que quiera,  pero sí creo que es necesario estar informado sobre la decisión que vas a tomar y saber cómo te afecta.
Le parece extraño porque usted no es una mujer que se preocupe por su apariencia, ¿no?
—Puede ser, pero es que siempre me ha llamado la atención porque yo nunca he tenido esa necesidad. Querer estar flaco sí, porque yo era flaca y ahorita me dejé engordar. Y ahí yo sí descubrí que hay un método para la invisibilidad: ser gordo.
Algo que quisiera cambiar de su vida en este momento…
Lo único que quisiera cambiar es que me he vuelto muy sedentaria, y por eso he agarrado más peso. Quisiera retomar mi actividad física.
¿Se considera invisible por su peso actual?
—No, mi personalidad no da para eso. Yo soy demasiado egocentrista, en el buen sentido de la palabra. Mi trayectoria es de una persona egocentrista, pero no porque todo gire a mi alrededor, sino porque como me gusta hacer tantas cosas, no me quedo rezagada. Cuando tienes una personalidad así, tu personalidad está por encima de tu apariencia física.

Un cabello alborotado, un rostro sin maquillaje y zapatos bajos acompañan a una personalidad fuerte, imponente y capaz como la de Reyes. La tensión ha desaparecido del ambiente. La directora acompaña a la entrevistadora a la puerta de salida y la despide con un beso en la mejilla.